Comentario: Como complemento a este artículo los invitamos a la lectura de:
Control de factores ponerogénicos
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Un interesante fragmento de Lobaczewski sobre la "Ponerología Política", o estudio de la maldad en la política:
[...]
En una parte mucho mayor de los portadores de daño de tejido cerebral, la deformación negativa de sus personalidades crece con el curso del tiempo. Toma varias imágenes mentales dependiendo de las propiedades y localizaciones del daño, su momento de origen, y también las condiciones de vida del individuo después de que ocurriera. Llamaremos a los desórdenes de personalidad resultantes de tal patología "caracteropatías".
Algunas caracteropatías juegan un papel prominente como agentes patológicos en los procesos de la generación del mal en una gran escala social. [...]
Un ejemplo relativamente bien documentado de tal influencia de una personalidad caracteropática en una escala macro-social es el último emperador alemán, Wilhelm II. Fue sujeto a trauma cerebral al nacimiento. Durante y después su reinado entero, su minusvalía física y psicológica estaba oculta del conocimiento público. Las habilidades motoras de la porción superior izquierda de su cuerpo estaban minusválidas. Cuando niño, tenía dificultades para aprender gramática, geometría, y dibujo, lo que constituye la típica triada de dificultades académicas ocasionadas por lesiones cerebrales menores. Desarrolló una personalidad con características infantilísticas e insuficiente control sobre sus emociones, y también un modo de pensar más bien paranoide que fácilmente evadía el corazón de algunos asuntos importantes en el proceso de evitar problemas.Aparte de a Hitler, ¿no les recuerda a alguien el caso de Wilhelm II?
Poses militarísticas y un uniforme de general sobrecompensaban sus sentimientos de inferioridad y efectivamente ocultaba sus limitaciones. Políticamente, su control insuficiente de emociones y factores de rencor salieron a la luz. El viejo Canciller de Hierro tuvo que irse, ese astuto y despiadado político que había sido leal al monarca y contruido el poder de Prusia. Después de todo, tenía demasiado conocimiento acerca de los defectos del príncipe y había trabajado contra su coronación. Un destino similar encontró a otras personas demasiado críticas, que fueron reemplazadas por personas con menos cerebro, más serviles, y a veces, con desviaciones patológicas discretas. La selección negativa tuvo lugar. [...]
La experiencia de gente con tales anomalías crece a partir del mundo humano normal al que pertencen por naturaleza. Por tanto, su modo de pensar diferente, su violencia emocional, y su egoismo encuentran entrada relativamente fácil a la mente de otras personas y son percibidas dentro de las categorías de la visión del mundo natural. Tal comportamiento por parte de personas con tales desórdenes de personalidad traumatiza las mentes y sentimientos de la gente normal, gradualmente disminuyendo su habilidad de usar su sentido común. A pesar de su resistencia, la gente se acostumbra a los rígidos hábitos del pensamiento y la experiencia patológica. En la gente joven, como resultado, la personalidad sufre desarrollo anormal llevando a su malformación. Ellos por tanto representan factores patológicos ponerogénicos que, por su actividad encubierta, fácilmente generan nuevas fases en la eterna génesis de la maldad, abriendo la puerta a la activación posterior de otros factores que toman el papel principal. [...]
[En el caso del efecto de Wilhelm II], muchos alemanes fueron progresivamente privados de su habilidad de utilizar el sentido común debido al golpeo del material psicológico del tipo caracteropático, ya que la gente común tiene la tendencia a identificarse con el emperador...
Una nueva generación creció con las deformaciones en cuanto a sentimiento y entendimiento moral, psicológico, social y realidades políticas. Es extremadamente típico que en muchas familias alemanas conteniendo a un miembro que haya sido psicológicamente no del todo normal, se volvió un asunto de honor (incluso excusando conducta nefasta) ocultar este hecho de la opinión pública - e incluso del conocimiento de amigos cercanos y familiares. Grandes porciones de la sociedad ingireron material psicopatológico, junto con el modo no realista de pensamiento donde los eslogans toman el poder de los argumentos y los datos reales quedan sujetos a la selección suconsciente.
Esto ocurrió durante un tiempo cuando una ola de histeria estaba creciendo a través de Europa, incluyendo una tendencia de dominio de las emociones y del comportamiento humano contener un elemento de histriónica. [...] Esto tomó progresivamente a tres imperios y a otros países en el continente.
¿En qué medida contribuyó Wilhelm II con esto, junto con otros dos emperadores cuyas mentes tampoco tomaban en cuenta los hechos de la historia y de gobierno? ¿En qué medida fueron ellos mismos influenciados por una intensificación de la histeria durante estos reinados? Eso sería un tema de discusión interesante entre historiadores y ponerólogos.
Las tensiones internacionales aumentaron; el Archiduque Ferdinando fue asesinado en Sarajevo. Sin embargo, ni el Kaiser ni ninguna otra autoridad gubernamental en su país poseían razón. (Debido al ya mencionado proceso de selección negativa.) Lo que entró en juego fue la actitud emocional de Wilhelm y los estereotipos de pensamiento y acción heredados del pasado. La guerra explotó. Planes de guerra preparados antes, que habían perdido su pertinencia bajo las nuevas condiciones, se desenvolvieron más como maniobras militares. Incluso aquellos historiadores familiarizados con la génesis y personalidad del estado de Prusia, incluyendo su tradición ideológica de sangriento expansionismo, intuyen que estas situaciones contenían cierta actividad de una fatalidad incomprendida que elude un análisis en términos de causalidad histórica.
Muchas personas reflexivas seguían preguntándose las misma pregunta ansiosa: ¿cómo pudo la nación alemana haber escogido como Fuehrer a un psicópata payaso que no reparaba acerca de su visión patológica de dominio superhumano? Bajo su liderazgo, Alemania luego desató una segunda guerra, criminal y políticamente absurda. Durante la segunda mitad de esta guerra, oficiales del ejército muy bien entrenados llevaron a cabo las órdenes inhumanas, insensatas desde el punto de vista político y militar, emitidas por un hombre cuyo estado psicológico correspondía con el criterio rutinario para ser forzado a ingresar a un hospital psiquiátrico.
Cualquier intento de explicar las cosas que ocurrieron durante la primera mitad de nuestro siglo por medio de categorías generalmente aceptadas en el pensamiento histórico deja un sentimiento fastidioso de inadecuación. Sólo un punto de vista ponerológico puede compensar por este déficit en nuestra comprensión, ya que hace justicia al papel de varios factores patológicos en la génesis de la maldad en cada nivel social.
Alimentados por generaciones con material psicológico patológicamente alterado, la nación alemana cayó en un estado comparable al que vemos en ciertos individuos criados por personas que son tanto caracteropáticas como histéricas. Los psicólogos saben a partir de la experiencia cuán a menudo tales personas se permiten entonces cometer actos que seriamente lastiman a otros. [...]
Los alemanes infringieron y sufrieron un enorme dolor durante la primera Guerra Mundial; luego no sintieron ninguna culpa substancial e incluso pensaron que se les había hecho mal, ya que se estaban comportando de acuerdo a su hábito sin estar conscientes de sus causas patológicas. La necesidad de este estado para ser arropado en un manto heroico después de la guerra y así evitar una amarga desintegración se volvió muy común. Una necesidad misteriosa surgió, como si el organismo social se hubiera... vuelto adicto a alguna droga. Esa fue la hambre del material psicológico patológicamente modificado, un fenómeno conocido como experiencia psicoterapéutica. Esta hambre sólo podía ser satisfecha por otra personalidad y sistema de gobierno, ambos similarmente patológicos.
Una personalidad caracteropática abrió la puerta para el liderazgo de un individuo psicópatico. [...]
¿Están pensando en el mismo que yo?
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