Hasta ahora sabíamos que las flores atraían insectos polinizadores gracias a las fragancias que desprenden, a los colores brillantes que poseen e incluso gracias a patrones sólo visibles con luz ultravioleta.
Ahora, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Bristol añade un método más: señales eléctricas. Al menos los abejorros son capaces de distinguir las señales eléctricas proporcionadas por las flores.
Las flores presentan patrones electrostáticos que proporcionan información a los insectos polinizadores. Estas señales pueden funcionar junto a las habituales basadas en fragancias y colores, lo que les haría aún más atractivas.
Las plantas están usualmente cargadas negativamente y poseen un débil campo eléctrico. Por otro lado, los abejorros pueden adquirir una carga positiva de hasta 200 voltios según vuelan a través del aire debido a la fricción. Los investigadores midieron esta carga eléctrica neta en abejorros (Bombus terrestris) mediante un cebo azúcar situado en una jaula de Faraday.
Aunque no se produce ninguna chispa cuando el abejorro se acerca a las flores, sí que se producen fuerzas eléctricas débiles que pueden proporcionar información.
Estos investigadores pusieron unos electrodos en los tallos de petunias para así registrar la actividad eléctrica. Comprobaron que cuando llegaban los abejorros el potencial eléctrico de las flores cambiaba y permanecía así durante varios minutos.
Además, estos científicos dispusieron flores artificiales. La mitad de ellas estaban cargadas positivamente y portaban una recompensa en forma de azúcar y la otra mitad portaban una disolución amarga (con quinina). Con el tiempo los abejorros aprendieron a visitar las flores cargadas eléctricamente. Los abejorros podían detectar el campo eléctrico artificial de 30 voltios a varios centímetros de distancia, lo que les permitía decidir si se posaban o no.
Cuando estos investigadores desconectaron el campo eléctrico de las flores, estos mismos abejorros entrenados visitaron las flores con recompensa la mitad de las veces que antes.
Esto sugiere que los abejorros usan los campos eléctricos como indicadores de la misma manera que las fragancias. Esta capacidad de los abejorros de distinguir las diferencias en esos campos eléctricos les daría una pista sobre si una flor ha sido o no visitada recientemente.
Para saber más en detalle cómo funciona el sistema, los investigadores cambiaron la forma del campo eléctrico de las flores artificiales y descubrieron que los abejorros preferían campos eléctricos en anillos concéntricos, pues visitaban éstos un 70% de las veces frente a un 30% con campos circulares. No se sabe la razón de esta diferencia, pero podría ser fruto, especulan, de una competitividad evolutiva entre flores para ser más atractivas.
Los investigadores no saben aún cómo los abejorros detectan esos campos eléctricos, pero especulan que quizás usen los pelillos de sus cuerpos para tal función de manera similar a como los humanos sentimos el campo eléctrico sobre las pantallas antiguas de TV con el vello de nuestros brazos.
Se sabe que algunos animales, como los tiburones, son capaces de sentir los campos eléctricos, pero es la primera vez que algo así se documenta en insectos.
El descubrimiento abre un nuevo campo de investigación sobre la comunicación entre insectos y flores y revela que las flores pueden, potencialmente, informar a los polinizadores acerca del estado de las reservas de polen y néctar. Es de suponer que la planta no encontraría ventajas evolutivas en atraer a insectos polinizadores para fallar a la hora de proporcionarles néctar, pues las abejas aprenden pronto sobre si les merece la pena o no visitar determinados tipos de flores.
Digamos que el campo eléctrico reforzaría el resto de las llamadas de atención de las flores hacía los insectos, de la misma manera que un anuncios de TV usa tanto señales visuales como sonoras para atraer la atención del espectador. En otro experimento estos insectos aprendían mejor a distinguir distintos tonos de verde si iban acompañados de un campo eléctrico.
Una ventaja sobre este sistema es que debe de haber pocos tramposos que quieran aprovecharse, pues tanto los insectos como las plantas tienen poco control sobre la carga eléctrica que adquieren en un momento dado. Además, el polen puede ser transferido mejor a los insectos gracias al campo eléctrico, otra razón para que los abejorros se fijen en ello.
La coevolución entre flores y abejas ha tenido beneficios para unos y otros a lo largo de la historia evolutiva, así que tampoco es sorprendente que todavía hoy se descubran sistemas de comunicación sofisticados entre ellos. Pero de todos modos es un descubrimiento bonito y fascinante.
Ahora, un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Bristol añade un método más: señales eléctricas. Al menos los abejorros son capaces de distinguir las señales eléctricas proporcionadas por las flores.
Las flores presentan patrones electrostáticos que proporcionan información a los insectos polinizadores. Estas señales pueden funcionar junto a las habituales basadas en fragancias y colores, lo que les haría aún más atractivas.
Las plantas están usualmente cargadas negativamente y poseen un débil campo eléctrico. Por otro lado, los abejorros pueden adquirir una carga positiva de hasta 200 voltios según vuelan a través del aire debido a la fricción. Los investigadores midieron esta carga eléctrica neta en abejorros (Bombus terrestris) mediante un cebo azúcar situado en una jaula de Faraday.
Aunque no se produce ninguna chispa cuando el abejorro se acerca a las flores, sí que se producen fuerzas eléctricas débiles que pueden proporcionar información.
Estos investigadores pusieron unos electrodos en los tallos de petunias para así registrar la actividad eléctrica. Comprobaron que cuando llegaban los abejorros el potencial eléctrico de las flores cambiaba y permanecía así durante varios minutos.
Además, estos científicos dispusieron flores artificiales. La mitad de ellas estaban cargadas positivamente y portaban una recompensa en forma de azúcar y la otra mitad portaban una disolución amarga (con quinina). Con el tiempo los abejorros aprendieron a visitar las flores cargadas eléctricamente. Los abejorros podían detectar el campo eléctrico artificial de 30 voltios a varios centímetros de distancia, lo que les permitía decidir si se posaban o no.
Cuando estos investigadores desconectaron el campo eléctrico de las flores, estos mismos abejorros entrenados visitaron las flores con recompensa la mitad de las veces que antes.
Esto sugiere que los abejorros usan los campos eléctricos como indicadores de la misma manera que las fragancias. Esta capacidad de los abejorros de distinguir las diferencias en esos campos eléctricos les daría una pista sobre si una flor ha sido o no visitada recientemente.
Para saber más en detalle cómo funciona el sistema, los investigadores cambiaron la forma del campo eléctrico de las flores artificiales y descubrieron que los abejorros preferían campos eléctricos en anillos concéntricos, pues visitaban éstos un 70% de las veces frente a un 30% con campos circulares. No se sabe la razón de esta diferencia, pero podría ser fruto, especulan, de una competitividad evolutiva entre flores para ser más atractivas.
Los investigadores no saben aún cómo los abejorros detectan esos campos eléctricos, pero especulan que quizás usen los pelillos de sus cuerpos para tal función de manera similar a como los humanos sentimos el campo eléctrico sobre las pantallas antiguas de TV con el vello de nuestros brazos.
Se sabe que algunos animales, como los tiburones, son capaces de sentir los campos eléctricos, pero es la primera vez que algo así se documenta en insectos.
El descubrimiento abre un nuevo campo de investigación sobre la comunicación entre insectos y flores y revela que las flores pueden, potencialmente, informar a los polinizadores acerca del estado de las reservas de polen y néctar. Es de suponer que la planta no encontraría ventajas evolutivas en atraer a insectos polinizadores para fallar a la hora de proporcionarles néctar, pues las abejas aprenden pronto sobre si les merece la pena o no visitar determinados tipos de flores.
Digamos que el campo eléctrico reforzaría el resto de las llamadas de atención de las flores hacía los insectos, de la misma manera que un anuncios de TV usa tanto señales visuales como sonoras para atraer la atención del espectador. En otro experimento estos insectos aprendían mejor a distinguir distintos tonos de verde si iban acompañados de un campo eléctrico.
Una ventaja sobre este sistema es que debe de haber pocos tramposos que quieran aprovecharse, pues tanto los insectos como las plantas tienen poco control sobre la carga eléctrica que adquieren en un momento dado. Además, el polen puede ser transferido mejor a los insectos gracias al campo eléctrico, otra razón para que los abejorros se fijen en ello.
La coevolución entre flores y abejas ha tenido beneficios para unos y otros a lo largo de la historia evolutiva, así que tampoco es sorprendente que todavía hoy se descubran sistemas de comunicación sofisticados entre ellos. Pero de todos modos es un descubrimiento bonito y fascinante.
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