La recesión económica termina con el proyecto imperial de "poder blando" y prepara el terreno para la "democracia blindada".
En resumen, el modelo de capitalismo trasnacional asistencialista en América Latina, con gobiernos convertidos en satélites de un modelo económico "único" nivelado para todo el planeta, con bancos centrales atestados de dólares y sin distribución social de la riqueza, con pobreza y desocupación estructural, con contratos laborales basura, con subsidios al capitalismo para contener la inflación y los conflictos sindicales, está en un proceso de colapso generalizado a causa de la recesión que achica la recaudación y los presupuestos de los gobiernos de la región.
A su vez, el achicamiento del consumo y la desocupación, van a actuar a corto plazo como detonante central de las revueltas sindicales y estallidos sociales que se van a multiplicar y expandir como un virus por toda la región terminando con el proceso de "paz" social y sindical y poniendo en riesgo la "gobernabilidad" del sistema, principalmente en los países más vulnerables al contagio de la crisis, como es el caso de Argentina, Brasil y México, las tres principales economías de la región.
La amenaza de desocupación masiva es el núcleo esencial, el detonante central de los conflictos sociales y sindicales que van a comenzar a extenderse por vía de los bancos y empresas transnacionales que hoy ya están despidiendo masa laboral en América Latina.
Este proceso a su vez, y a medida que avancen los conflictos sociales y sindicales, va a impulsar una profunda reestructuración en la estrategia y en los métodos del control político y social "sin represión" que los gobiernos de la región venían implementando de la mano de las políticas asistencialistas y el poder "blando" de la democracia imperial.
Los ejércitos y las policías regionales, que fueron relegados a un segundo plano por la estrategia de dominio con el "poder blando", van a adquirir un nuevo rol represivo para contener a las protestas violentas causadas por los despidos, las bajas de salarios y la imposibilidad de acceder al consumo elemental para la supervivencia por parte de las mayorías que van a ser desplazadas del mercado laboral y del consumo.
Ya no se va a tratar de la represión militar a la usanza de las viejas dictaduras militares setentistas, sino de un proceso que va a combinar simultáneamente la acción represiva militar con estrategias mediáticas de control social y sin romper el molde del orden constitucional.
"Mano dura" y democracia, con las fuerzas armadas bajo el mando de un gobierno civil desarrollando operaciones de "contrainsurgencia" (como en la favelas de Brasil), y medios de comunicación clasificando y valorizando los conflictos y protestas, situando a los "violentos" de un lado, y a los "pacíficos" del otro.
En otras palabras, la implementación de la "democracia blindada", que viene a realizar una síntesis operativa entre el poder "blando" y el poder "duro" para preservar la gobernabilidad regional, como condición básica para que EEUU y la potencias centrales rediseñen un nuevo proyecto de dominio trasnacional capitalista en América Latina.
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