Valerio Borghese, fascista y aristócrata, murió en 1974 en extrañas circunstancias en un hospital de Cádiz. La CIA, la mafia, antiguos nazis y una extraña dama se mezclan en su biografía.

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Valerio Borghese, el principe negro.
Una hermosa dama italiana, una moderna matahari, bebe Dom Perignon ante el cadáver del hombre de 68 años que acaba de ser su amante. ¿Brinda por ello? En Junio, Valerio Borghese, el Príncipe Negro, yace en su última morada, La Fontanilla, un cortijo junto a las playas de Conil, propiedad de la familia Von Knoblock. Agosto finaliza en 1974. Bonita historia.

Es la conclusión a la que llegan Jack Greene y Alessandro Massignani en su libro "El principe negro y los demanios marinos". En este libro se dice lo que muchos pensaban en Italia. Valerio Borghese, fiel al fascio hasta el final, había sido envenenado.

Situemos la exagerada vida del príncipe. Qué decir del linaje de los Borghese, cuyo mausoleo se codea con los papas porque Papa, Paulo V, fue uno de ellos y llegaron a emparentar con la sangre de Napoleón. Valerio nació en 1906, se ilustró en Londres y escogió las armas como oficio; para ser más concretos, los submarinos. Estuvo en la Guerra Civil española y su nombre quedaría unido al submarino Scire, con el que torpedeó, durante la II Guerra Mundial, el puerto de Alejandría. Fue el cerebro de Décima Más, una patrulla de submarinos enanos a la que estaban adscritos los mejores hombres rana del ejército italiano. Incluso planeó atacar Nueva York con ellos. El príncipe fue capaz de trabar amistades indisolubles durante la guerra con ambos bandos, de los altos mandos de la SS al que sería una piedra angular de la futura CIA, James Angleton. Fue capturado por los partisanos por obcecarse en resucitar un fascismo derrotado en la república de Saló, donde se refugiaron los camisas negras cuando Mussolini ya colgaba de un gancho como una ternera.

Aristócratas italianos, americanos e ingleses imploraron su liberación. Borghese sabía muchas cosas. Siempre supo muchas cosas.

En un remedo de juicio fue condenado a doce años por colaboracionismo con los alemanes. A los dos años estaba libre a cambio de que se dedicara a los negocios. Dirigió el Banco de Credito Comerciale e Industriale, lo quebró y el pufo ascendió a tres millones y medio de dólares de principios de los 60.

Si siguen las noticias internacionales de los últimos días sabrán que Giancarlo Fini, el heredero fascista del siglo XXI, ha acordado su fusión con el partido de Berlusconi. Esa herencia fascista se fundó en 1946. Era el Movimiento Social Italiano. Su líder fue Giorgio Almirante y Valerio Borghese fue uno de los inspiradores.

Ahora volvamos a 1974, a Conil y al Dom Perignon. El relato que hacen Greene y Massignani es plausible, pero indemostrable.


"El Príncipe Negro y los demonios marinos" de Jack Greene y Alessandro Massignani.
Es cierto que Borghese, casado con una rusa exiliada, sufrió un desvanecimiento en La Fontanilla, propiedad de un empresario alemán, Hans Joaquim Von Knoblock. El litoral virgen de Cádiz fue conolizado por antiguos nazis y fascistas, pero Von Knobloch era un elemento aparte. No era nazi, sólo diplomático. Había sido cónsul durante los años convulsos de la República española y existe constancia de su mediación para salvar la vida de algunos republicanos. Estuvo al servicio del III Reich y, desde ese puesto, gestionó sin suerte la posible liberación por intercambio de José Antonio Primo de Rivera y Largo Caballero. Ambos fueron fusilados.

Tras la derrota alemana, se apartó de la vida política, descubrió el cortijo de La Fontanilla y creó en 1944 uno de los primeros establecimientos turísticos de la provincia. Borghese era un cliente habitual, pero no un invitado.

Borghese llegó en el verano del 74 acompañado de esa misteriosa dama italiana. El ingeniero José Ignacio Rosende cuenta en su blog:
"Ese verano andaba por allí, de incógnito y acompañado por una señora estupenda de la RAI, Valerio Borghese, quien me honró con su amistad y su confianza y me contó su historia como Comandante de la Décima Mas, la única sección de la Marina Italiana que se comportó con gallardía durante la II Guerra Mundial. Murió allí de repente, dicen que envenenado, justo al día siguiente de que yo le regalase unas mojarras".
Juan Cristóbal Von Knobloch regenta ahora La Fontanilla. Tenía ocho años cuando sucedió todo aquello.
"En realidad, lo que pasó es que aquí se indispuso, fue trasladado a Cádiz y allí murió en el hospital San Juan de Dios. Nada más. Era un cliente más, muy hablador, que pagaba su estancia y al que no le unía ninguna amistad con mi familia. Luego se han montado en la prensa muchas películas".
Lo que no puede saber Von Knobloch es si, como pensaba parte de la prensa italiana, Borghese sufría un proceso de envenenamiento. ¿Qué hacía esa mujer de la RAI con él? ¿Por qué Borghese, en su exilio, había experimentado un cambio de humor y se mostraba tan optimista?

Borghese murió en un momento muy oportuno. En la biografía de Borghese cabe reseñar un último acontecimiento. El testimonio de uno de los capos de la Cosa Nostra, Luciano Liggio. en el macrojuicio contra la mafia del año 88, aporta algo más a la leyenda del personaje. "Por medio de Cosa Nostra el príncipe Borghese pretendía obtener un apoyo armado en Sicilia, en el supuesto de que hubiera que recurrir a ello".

El 3 de diciembre de 1970 un neofascista llamado Delle Chiase, posteriormente colaborador en la guerra sucia contra ETA, tomó el Ministerio del Interior italiano en lo que parecía ser un golpe en toda regla que se había ido alimentando por el movimiento que comandaba Borghese. En el último momento se dio marcha atrás. Un artículo publicado en La Vanguardia el 5 de abril de 1987 afirma que durante el golpe "Borghese se encontraba asilado en la finca del barón Von Knoblock, un conocido nazi que tenía una finca en Conil y donde fallecería el 'príncipe negro' cuatro años más tarde". También andaba por la zona en esa época un James Angleton, todavía en la CIA, paranoico, que consideraba a Olof Palme o Billy Brandt agentes del KGB. El amigo íntimo de Borghese, el hombre que le había salvado la vida cuando fue apresado por los partisanos, era firme defensor de un golpe de mano en Italia para salvarla del comunismo.

Sin embargo, fascistas condenados por aquel golpe como Salvador Francia afirmaron en una carta a este periódico hace doce años que Borghese le había dicho pocas semanas antes de su muerte que "ese golpe hubiera sido un derramamiento de sangre inútil".

Tras el fallido golpe del 70, Borghese se exilió. Acudió a su amigo Luis Carrero Blanco, de la Marina, como él, y obtuvo el refugio español. Llegó a entrevistarse con Franco (grandes abrazos) y durante cuatro años se movió por España. En 1974 mantenía su talante dicharachero y disfrutaba de la buena vida. La provincia de Cádiz, repleta de viejos camaradas, daba para un buen descanso. Pero Borghese sabía mucho, siempre supo demasiado.

Tomasso Buscetta fue el primer gran jefe de la Mafia que rompió la ley del silencio, la omertá. En su confesión relató sus relaciones con los grupos fascistas en los días previos al golpe. El propio Buscetta viajó a Nueva York con uno de los lugartenientes de Borghese, Guglielmo D'Agostino, en noviembre del 70. Dicen que para granjearse apoyos. Pero lo que no dijo Buscetta, lo que el líder democristiano Giulio Andreotti siempre agradeció, era quién estaba detrás de la maquinaria de ese golpe. ¿Era, en realidad, un golpe desde dentro? ¿Existió participación americana? ¿Qué decían los informes de ese paranoico agente americano llamado James Angleton?

En 1974, Angleton, el principal protector de Borghese, era relevado de sus tareas de espionaje. Por su parte, Borghese planeaba regresar a Italia con todos sus secretos. Su inesperada muerte hizo respirar a muchos. Su cuerpo fue llevado de Cádiz a Roma a mediados de septiembre. El 'príncipe negro' fue enterrado con todos los honores al lado de los papas, en el panteón de Paulo V. Su leyenda merece un fin envenenado y una matahari, incluso el Dom Perignon, pero todo ello no deja de ser un secreto más de los que se llevó a su egregia tumba.