"El problema de fondo es que muchos padres quieren vivir de sus hijos. No solamente tratan de resolver sus frustraciones pretendiendo que lleguen donde ellos no llegaron sino que buscan con su éxito una forma de ganar mucho dinero. No sé a qué se dedicaba el padre de Messi cuando su niño era pequeño, pero seguro que su trabajo actual es gestionar los ingresos de su hijo". Esta perspectiva de los niños como inversión es señalada por Amable Cima, Director del Departamento de Psicología de la Universidad CEU San Pablo, como uno de las causas más frecuentes de frustración entre los chavales que practican deporte, ya que, para conseguir el triunfo, "sus padres les exigen lo que no se exigen a sí mismos". Estas actitudes, que sólo pretenden satisfacer el ego, tampoco reparan en la dificultad de la empresa: "Nadales y Lorenzos hay muy pocos: es escasísimo el porcentaje de deportistas que se han esforzado por llegar a lo más alto y que finalmente lo consiguen".
En un contexto donde el deporte se ha convertido en una forma de ascender socialmente, donde su prestigio ha crecido en gran medida y en el que se han disparado los recursos que se le dedican, no es extraño que muchas familias traten de conseguir una vida económicamente mejor a través del talento deportivo de alguno de sus hijos. Pero ese mismo deseo, afirma Cima, nos señala cómo "se han alterado los criterios éticos y morales de nuestra sociedad. Para contratar a un futbolista de un equipo de primera división con pocos recursos se pueden pagar 5 millones de euros sin problemas. En cambio, no tenemos dinero para construir a un físico de primer nivel un laboratorio de 3 millones de euros para que no se vaya de España". Y estamos ante una mentalidad arraigada en el cuerpo social, y no sólo ante una falta de sensibilidad de los gobernantes, ya que "si un padre pretende que su hijo sea un científico de élite y descubra el remedio para curar el cáncer, y para eso hace que el niño estudie 3 horas todos los días, pensarán que le está maltratando, que el niño debe estar en el parque jugando con la bicicleta. Pero si le pone a entrenar al fútbol 3 horas todas las tardes, nadie piensa mal de él".
Por suerte, esta no es la única realidad del deporte. Además de los padres que exigen a sus hijos el triunfo, hay muchos otros, aseguraSantiago Romero, catedrático y director del Departamento de Educación Física y Deporte de la Universidad de Sevilla, que quieren que aprendan valores a través de la práctica deportiva y que la conviertan en un hábito saludable. Y ello a pesar de que, "por nuestra propia tradición deportiva, los niños más pequeños suelen practicar el deporte federado, donde lo que más importa son los resultados". Romero afirma que, sobre todo cuando los niños son muy pequeños, hacia los 6-8 años, los padres sí suelen mantener un cierto compromiso, llevando a los hijos a las escuelas deportivas e implicándose en ellas. Si bien es cierto que "también hay quienes lo utilizan como una guardería, viendo el deporte como un sitio donde colocar a los críos durante dos horas", esa actitud no es la frecuente en esas edades.
El valor último no es el éxito
Romero recomienda a los padres, a la hora de elegir la práctica deportiva, que no sobrevaloren el resultado y que no especialicen tempranamente a los niños. "Hasta los 10-12 años no debería elegirse la especialización deportiva ya que, de otro modo, el niño no adquirirá la riqueza motriz que el cerebro puede desarrollar". Y en el caso de los deportes que requieren dedicarse a ellos desde edades tempranas, "los padres deberán decidir qué quieren para sus hijos, si pretenden sacar talentos que lleguen al éxito o si les quieren educar para una práctica deportiva saludable y continuada. Porque son caminos muy diferentes".
Si optan por la búsqueda del éxito, han de tener en cuenta que, si bien cualquier deporte requiere de disciplina y de esfuerzo, sólo con eso no basta. Según Romero, casos como los de Nadal o Lorenzo son impensables sin las posibilidades de las que han disfrutado. "Hoy, el alto nivel se fabrica. Independientemente de contar con cualidades, para ser un campeón se ha de disponer de muchos medios. Hay que dedicarse a ello, hay que trabajar en centros de alto rendimiento, hay que invertir muchos recursos. Y aún así, eso no garantiza el éxito". Como asegura Romero, "no sabemos cuántos de quienes quisieron llegar se quedaron por el camino, pero sí que fueron muchos".
Ciertamente, los grandes campeones, como es el caso de Nadal o Lorenzo, lo son, además de por haber contado con los medios suficientes, porque han sido sometidos con éxito a una exigencia notable a la que han sabido dar respuesta. Sin embargo, a muchos otros deportistas esa misma presión les ha llevado al abandono. Según Cayetana García Hurtado de Mendoza, tutora de la Universidad de Padres y psicóloga clínica, la clave reside en encontrar el equilibrio. "La exigencia y el ser perfeccionistas nos llevan a crecer como personas y a alcanzar nuestros objetivos pero, si sobrepasamos el límite, sólo conseguiremos generar en el chico una frustración grande que suele derivar en apatía". Para Coti Coloma del Peso, tutora de la Universidad de Padres y psicóloga educativa, "los niños tienen que entender que las cosas no son fáciles, que no se consiguen a la primera y que siempre conllevan esfuerzo. Pero tenemos que diferenciar esta exigencia, que es muy positiva, de aquellos casos en que los niños se ven forzados a realizar una actividad que no les gusta. Cuando se convierte en imposición, la exigencia genera mucha insatisfacción en los chicos y hace que el deporte pierda todos sus valores educativos".
En este sentido, debe tenerse muy en cuenta la individualidad de cada niño. "Algunos de ellos soportan bien el estrés y están preparados para actividades exigentes como es el deporte de alto nivel, mientras que otros chicos están preparados para otras metas". Según García Hurtado de Mendoza, hay que identificar las capacidades reales de cada niño, "ya que no todos pueden ser tenistas, futbolistas o violinistas". La tarea esencial aquí es descubrir los talentos de nuestros hijos y encontrar el camino para potenciarlos, "y no intentar descubrir talentos que no tienen".
La clave de la práctica deportiva, para Coloma del Peso, está en entender que el valor último no es el éxito. En un sentido, porque hablamos de una actividad que, "dirigida de forma adecuada, desarrolla muchos recursos positivos. Ayuda a trabajar en equipo, a comunicarse y coordinarse con otros, a tolerar la frustración y a controlar las emociones o a tener un buen nivel de disciplina", objetivos educativos que son más importantes que el triunfo. Pero, en segunda instancia, "también hemos de buscar él éxito en la vida personal y no sólo en la deportiva: todos conocemos a deportistas que han triunfado pero que resultan hoscos y distantes y que no nos caen nada bien".
Para Romero, la lección que no debemos olvidar es que los niños repetirán los comportamientos que vean en sus padres. Si cada vez es más frecuente que en el deporte infantil y juvenil haya tensiones entre espectadores, entrenadores y árbitros, es precisamente porque los padres no se comportan de la manera adecuada. "Un estudio de la Universidad de Oviedo, ha concluido que la agresividad de los niños en los campos está potenciada por agentes externos y no por los propios niños. Por eso, los padres deben opinar y ser críticos, pero también han de saber estar. Los padres deben ser un ejemplo de educación para sus niños, también en el deporte".
En un contexto donde el deporte se ha convertido en una forma de ascender socialmente, donde su prestigio ha crecido en gran medida y en el que se han disparado los recursos que se le dedican, no es extraño que muchas familias traten de conseguir una vida económicamente mejor a través del talento deportivo de alguno de sus hijos. Pero ese mismo deseo, afirma Cima, nos señala cómo "se han alterado los criterios éticos y morales de nuestra sociedad. Para contratar a un futbolista de un equipo de primera división con pocos recursos se pueden pagar 5 millones de euros sin problemas. En cambio, no tenemos dinero para construir a un físico de primer nivel un laboratorio de 3 millones de euros para que no se vaya de España". Y estamos ante una mentalidad arraigada en el cuerpo social, y no sólo ante una falta de sensibilidad de los gobernantes, ya que "si un padre pretende que su hijo sea un científico de élite y descubra el remedio para curar el cáncer, y para eso hace que el niño estudie 3 horas todos los días, pensarán que le está maltratando, que el niño debe estar en el parque jugando con la bicicleta. Pero si le pone a entrenar al fútbol 3 horas todas las tardes, nadie piensa mal de él".
Por suerte, esta no es la única realidad del deporte. Además de los padres que exigen a sus hijos el triunfo, hay muchos otros, aseguraSantiago Romero, catedrático y director del Departamento de Educación Física y Deporte de la Universidad de Sevilla, que quieren que aprendan valores a través de la práctica deportiva y que la conviertan en un hábito saludable. Y ello a pesar de que, "por nuestra propia tradición deportiva, los niños más pequeños suelen practicar el deporte federado, donde lo que más importa son los resultados". Romero afirma que, sobre todo cuando los niños son muy pequeños, hacia los 6-8 años, los padres sí suelen mantener un cierto compromiso, llevando a los hijos a las escuelas deportivas e implicándose en ellas. Si bien es cierto que "también hay quienes lo utilizan como una guardería, viendo el deporte como un sitio donde colocar a los críos durante dos horas", esa actitud no es la frecuente en esas edades.
El valor último no es el éxito
Romero recomienda a los padres, a la hora de elegir la práctica deportiva, que no sobrevaloren el resultado y que no especialicen tempranamente a los niños. "Hasta los 10-12 años no debería elegirse la especialización deportiva ya que, de otro modo, el niño no adquirirá la riqueza motriz que el cerebro puede desarrollar". Y en el caso de los deportes que requieren dedicarse a ellos desde edades tempranas, "los padres deberán decidir qué quieren para sus hijos, si pretenden sacar talentos que lleguen al éxito o si les quieren educar para una práctica deportiva saludable y continuada. Porque son caminos muy diferentes".
Si optan por la búsqueda del éxito, han de tener en cuenta que, si bien cualquier deporte requiere de disciplina y de esfuerzo, sólo con eso no basta. Según Romero, casos como los de Nadal o Lorenzo son impensables sin las posibilidades de las que han disfrutado. "Hoy, el alto nivel se fabrica. Independientemente de contar con cualidades, para ser un campeón se ha de disponer de muchos medios. Hay que dedicarse a ello, hay que trabajar en centros de alto rendimiento, hay que invertir muchos recursos. Y aún así, eso no garantiza el éxito". Como asegura Romero, "no sabemos cuántos de quienes quisieron llegar se quedaron por el camino, pero sí que fueron muchos".
Ciertamente, los grandes campeones, como es el caso de Nadal o Lorenzo, lo son, además de por haber contado con los medios suficientes, porque han sido sometidos con éxito a una exigencia notable a la que han sabido dar respuesta. Sin embargo, a muchos otros deportistas esa misma presión les ha llevado al abandono. Según Cayetana García Hurtado de Mendoza, tutora de la Universidad de Padres y psicóloga clínica, la clave reside en encontrar el equilibrio. "La exigencia y el ser perfeccionistas nos llevan a crecer como personas y a alcanzar nuestros objetivos pero, si sobrepasamos el límite, sólo conseguiremos generar en el chico una frustración grande que suele derivar en apatía". Para Coti Coloma del Peso, tutora de la Universidad de Padres y psicóloga educativa, "los niños tienen que entender que las cosas no son fáciles, que no se consiguen a la primera y que siempre conllevan esfuerzo. Pero tenemos que diferenciar esta exigencia, que es muy positiva, de aquellos casos en que los niños se ven forzados a realizar una actividad que no les gusta. Cuando se convierte en imposición, la exigencia genera mucha insatisfacción en los chicos y hace que el deporte pierda todos sus valores educativos".
En este sentido, debe tenerse muy en cuenta la individualidad de cada niño. "Algunos de ellos soportan bien el estrés y están preparados para actividades exigentes como es el deporte de alto nivel, mientras que otros chicos están preparados para otras metas". Según García Hurtado de Mendoza, hay que identificar las capacidades reales de cada niño, "ya que no todos pueden ser tenistas, futbolistas o violinistas". La tarea esencial aquí es descubrir los talentos de nuestros hijos y encontrar el camino para potenciarlos, "y no intentar descubrir talentos que no tienen".
La clave de la práctica deportiva, para Coloma del Peso, está en entender que el valor último no es el éxito. En un sentido, porque hablamos de una actividad que, "dirigida de forma adecuada, desarrolla muchos recursos positivos. Ayuda a trabajar en equipo, a comunicarse y coordinarse con otros, a tolerar la frustración y a controlar las emociones o a tener un buen nivel de disciplina", objetivos educativos que son más importantes que el triunfo. Pero, en segunda instancia, "también hemos de buscar él éxito en la vida personal y no sólo en la deportiva: todos conocemos a deportistas que han triunfado pero que resultan hoscos y distantes y que no nos caen nada bien".
Para Romero, la lección que no debemos olvidar es que los niños repetirán los comportamientos que vean en sus padres. Si cada vez es más frecuente que en el deporte infantil y juvenil haya tensiones entre espectadores, entrenadores y árbitros, es precisamente porque los padres no se comportan de la manera adecuada. "Un estudio de la Universidad de Oviedo, ha concluido que la agresividad de los niños en los campos está potenciada por agentes externos y no por los propios niños. Por eso, los padres deben opinar y ser críticos, pero también han de saber estar. Los padres deben ser un ejemplo de educación para sus niños, también en el deporte".
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