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La gente usando máscaras de protección contra la contaminación del aire y el polvo en Beijing el 19 de mayo de 2013.
China salió de las filas de una de las naciones más pobres del mundo para ocupar el segundo lugar solamente después de Estados Unidos. Indudablemente, China está destinada a ocupar un lugar en los libros de historia. Pero la historia también puede registrar el alto precio que paga y que seguirá pagando el pueblo chino durante los próximos años.

El aumento sostenido de China, en el contexto de una economía global débil, alentó a los líderes chinos a reclamar una firme confianza en su modelo de desarrollo. Mientras tanto, el capitalismo autoritario, aparentemente sólido en China, convenció a algunos estudiosos norteamericanos de que el modelo ofrece una alternativa viable a las democracias de estilo occidental. Según el experto en Asia, Joshua Kurlantzik, el sistema chino, de muchas maneras, plantea "El desafío más grave para el capitalismo democrático desde el surgimiento del comunismo y el fascismo en la década de 1920 y principios de 1930".

En oposición a la imagen del "gigante" generada por China, las múltiples crisis golpearon muy fuerte en la última década. El tamaño de la economía y la población de China sólo ponen en relieve la magnitud de la salud, el medio ambiente y los desafíos sociales.

Uno de los ejemplos es la contaminación del aire. En el norte de China, las lecturas de partículas no mayores de 2,5 micras de tamaño-o PM2.5, los tipos más peligrosos de smog han llegado a 40 veces el nivel máximo de tóxicos permitidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Este tipo de contaminación del aire, deriva en consecuencias muy graves para la salud. Un estudio realizado por la OMS y un grupo de universidades en el 2010, encontró que la contaminación del aire exterior aportó 1,2 millones de muertes prematuras en China, lo que representa casi el 40 por ciento del total global.

De acuerdo con un reciente informe de Deutsche Bank, debido a los incrementos en la combustión de carbón y las emisiones vehiculares e industriales, que combinados, contribuyen al 85 por ciento de la contaminación del aire PM2.5 de China en 2013, se estima que la calidad del aire del país será un 70 por ciento peor en el 2025.

Otro precio pagado por el meteórico ascenso económico de China, es la contaminación del agua. Como resultado de la rápida industrialización y pobre regulación de la eliminación de productos químicos, más del 70 por ciento de los lagos y ríos en China están contaminados, y casi el 40 por ciento de los ríos se consideran "seriamente contaminados". Casi una cuarta parte de los chinos no tienen acceso al agua potable. Recientemente, la OMS estima que casi 100.000 personas mueren anualmente por enfermedades relacionadas con la contaminación del agua en China.

En marzo, unos 20.000 cerdos muertos se encontraron en el río Huangpu. Esto añade nuevas preocupaciones sobre las normas de seguridad alimentaria. Un estudio publicado por investigadores chinos en 2011, estima que más de 94 millones de personas en China se enferman cada año a causa de enfermedades transmitidas por las bacterias en los alimentos, responsables de la muerte de alrededor de 8.500 personas.

Estas cifras probablemente subestiman la crisis de seguridad alimentaria de China, porque las estadísticas sobre las condiciones de salud causadas por alimentos contaminados son a menudo excluidas. De acuerdo con una investigación realizada por la Universidad Agrícola de Nanjing en 2011, el 10 por ciento del arroz vendido en China contenía cantidades excesivas de cadmio, y algunos investigadores estiman que hasta un 70 por ciento de las tierras de cultivo de China están contaminadas con productos químicos tóxicos.

La producción y el consumo generalizado de productos químicos tóxicos en la industrialización y la producción agrícola han contaminado el agua, el aire y las tierras agrícolas, lo que contribuye a la aparición de unas 400 denominadas "aldeas del cáncer", áreas donde las tasas de cáncer son anormalmente altas. En general, China tiene actualmente un aumento del 80 por ciento en las tasas de cáncer en comparación con hace 30 años. El rápido crecimiento tiene un precio.

El auge económico de las últimas décadas, también se ha asociado a una cada vez mayor brecha de la riqueza. De acuerdo con un informe de la Universidad Economía y Finanzas del Suroeste de China, el coeficiente de Gini, medido en una escala de 0 a 1 con cifras más altas asociadas con una mayor desigualdad, en 2.010 era de 0,61. Si bien no es atípico para una economía en rápido desarrollo experimentar aumento en la desigualdad, el nivel de desigualdad de China es comparable a la de las Filipinas y Rusia, y mucho peor que el de Japón, Estados Unidos y muchos países de Europa del Este recién liberados.

Basado en un estudio de Wang Xiaolu, economista en el Instituto Nacional de Investigaciones Económicas independientes en Beijing, los analistas estiman que el 10 por ciento más rico de China ganó 65 veces más que el 10 por ciento más pobre. La alta desigualdad aumentó el peligro para China de caer en la "trampa de ingresos medios", quedando estancada a un nivel de desarrollo que no llega a la de las economías más avanzadas. Peor aún, la incapacidad del gobierno para hacer frente a esta crisis social puede enfrentar a los más desfavorecidos frente a una minoría.

Corrupción 

Las crisis sociopolíticas existentes en China se ven agravadas por la corrupción reinante. La transición económica orientada al mercado creó nuevas oportunidades y corrupción más generalizada que en décadas anteriores. Hace más de 10 años, dos eminentes eruditos chinos dijeron que alrededor del 80 por ciento de los funcionarios del gobierno chino eran corruptos, y la situación no mejoró en comparación.

Una estimación conservadora del Carnegie Endowment for International Peace puso el costo de la corrupción en China alrededor del tres por ciento del PIB por año, cerca de $ 200 mil millones. Similar a un sistema Greshamite, que recompensa el mal comportamiento, haciéndolo rampante y expulsa la buena conducta, la corrupción de China llegó a un nivel que afecta a casi todos los sectores y todos los miembros de la sociedad.

De acuerdo con una encuesta nacional realizada en octubre de 2011, alrededor del 82 por ciento de los encuestados estuvo de acuerdo en que China ha experimentado un declive moral significativo en la última década, y más de la mitad de los encuestados no cree que el cumplimiento de las normas éticas sea una condición necesaria para el éxito.

En un discurso pronunciado el pasado marzo en la ciudad de Moscú, el presidente Xi Jinping señaló: "Sólo el usuario sabe si el zapato encaja en el pie", al hablar sobre los caminos de desarrollo adoptados por las naciones. Como el costo social del desarrollo es cada vez más insoportable, incluso aquellos que se beneficiaron del rápido crecimiento económico no creen que el modelo actual encaje ya en China. Cuando Beijing fue saturado por el espeso humo tóxico en enero, una actriz nacida y criada en Beijing, escribió: "La aumento de la emigración y cualquier otro tipo de tentación no serán suficientes para que me vaya de esta adorable ciudad. Hoy en día, esta idea sigue dando vueltas en mi mente: '¿Dónde voy a ir a pasar mis últimos años?'"

Fuga de capital

El llamado del régimen de mayor confianza en el sistema tampoco se hizo eco en los nuevos ricos de China, que optan por emigrar. De acuerdo con un informe publicado por el Banco de China, el 14 por ciento de las personas con un patrimonio neto de 60 millones de yuanes, o 10 millones de dólares, ya emigraron, y un 46 por ciento adicional considera favorable la reubicación. La falta de confianza en el sistema también se refleja en la salida de dinero de China. A pesar de las restricciones de China sobre el movimiento de capitales, unos 3,72 mil millones de dólares salieron del país durante la última década.

Es evidente que los profundos problemas sociopolíticos están amenazando los grandes logros de China. Hasta que el país no pueda hacer frente al inconmensurable e irreversible costo social de desarrollo, sería casi imposible para la nación desempeñar un papel de liderazgo en el sistema internacional, lo que se ve como su posición correcta.

Es difícil imaginar, por ejemplo, que el país pueda recuperar su grandeza si los chinos no tienen aire limpio para respirar, agua potable, o el suelo descontaminado para vivir y cultivar. Por lo tanto, es imprescindible volver a examinar el modelo de desarrollo de China y hacer frente a los problemas prioritarios socio políticos nacionales. Por desgracia, la historia fascinante del ascenso de China puede no dejarnos ver su lado oscuro.
Yanzhong Huang es un miembro distinguido de Salud Global en el Concejo de Relaciones Exteriores y profesor asociado en la Escuela John C. Whitehead de Diplomacia y Relaciones Internacionales. Es director de Gobernabilidad Salud Global y autor de "Administración de la Salud en la China contemporánea". Con el permiso de YaleGlobal Online. Copyright © 2013, Centro de Yale para el Estudio de la Globalización de la Universidad de Yale.