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Las consecuencias de la crisis económica son de todos conocidas: empresas que quiebran y se ven obligadas a cerrar, trabajadores que pasan a engrosar las cifras del desempleo, familias que no pueden llegar a fin de mes, personas que no pueden hacer frente a sus hipotecas y se ven abocadas al desahucio...

Todo ello no se limita sin embargo a una cuestión económica o a un problema para garantizarse las necesidades básicas de alimento, vivienda y unas condiciones de vida dignas, sino que conlleva numerosas implicaciones personales y psicosociales. Está establecido de manera sólida que las circunstancias socioeconómicas en las que se ha de desenvolver una persona se asocian a aspectos como su nivel de bienestar subjetivo, su calidad de vida y su salud y, como una dimensión más de ésta, a la posibilidad de sufrir problemas que afectan a la salud mental en concreto.

Un interesante estudio aparecido en el European Journal of Public Health analiza el impacto que la crisis económica en España tiene sobre la salud mental de los residentes en el país (Gili et al., 2012). Para ello se compararon datos de 7940 pacientes de atención primaria a los que se había aplicado un instrumento de diagnóstico de trastornos mentales en 2006-2007 -es decir, antes de la crisis económica- con los datos de 5876 pacientes en el período 2010-2011, obtenidos mediante el mismo instrumento. Los resultados pusieron de manifiesto un incremento notable de los problemas de salud mental desde los inicios de la crisis económica a la actualidad. Así, el número de personas que fueron diagnosticadas de trastorno depresivo mayor se habría incrementado un 19.4%, la distimia un 10.8%, el trastorno de ansiedad generalizada habría aumentado un 8.4%, los ataques de pánico un 6.4%, los diagnósticos de trastorno somatomorfo un 7.3% y los problemas relacionados con la dependencia del alcohol un 4.6%. La incidencia de los trastornos de la alimentación, en cambio, habría aumentado muy levemente, apenas un 0.15%.

En su estudio, Gili et al. (2012) también analizan algunos de los determinantes sociales de la salud mental en el periodo pre-crisis y durante la crisis. En este sentido los datos también fueron muy reveladores. Por ejemplo, se observaba que la fuerza de la asociación entre el desempleo y el trastorno depresivo mayor no había experimentado cambios significativos durante la crisis económica. Es decir, que el desempleo era ya un aspecto relacionado con la salud mental antes de la crisis. Lo que ocurre no es entonces que la vinculación entre desempleo y trastorno depresivo se haya hecho más intensa - la asociación ya se daba antes también con una fuerza similar-, sino que hoy en día hay muchas más personas que antes de la crisis que están en situación de desempleo, que siempre ha sido un factor de riesgo para la salud mental. Más personas expuestas a este factor de riesgo conllevaría por tanto el aumento de incidencia del trastorno depresivo mayor.

La situación de desempleo constituye un mayor riesgo en lo que respecta a la mayoría de los problemas de salud mental analizados por los investigadores; pero además, se comprobaba también que el desempleo de algún miembro en la familia se asociaba a un riesgo mayor para la salud mental de los participantes en el estudio. Más aún, con independencia de la situación laboral, las dificultades para hacer frente al pago de la hipoteca o el riesgo de desahucio incrementaban significativamente la probabilidad de que la persona llegase a ser diagnosticada de trastorno depresivo mayor. Finalmente, los autores del estudio estiman que el efecto combinado del desempleo de la persona, el desempleo de algún miembro de la familia y las dificultades para hacer frente a las deudas derivadas de una hipoteca darían cuenta de alrededor de un tercio de la tasa de incidencia de depresión mayor en la población analizada.

El estudio de Gili et al. (2012), llevado a cabo desde una perspectiva epidemiológica, arroja importantes consecuencias para los investigadores y profesionales de la psicología. Quizá la más saliente sea el reconocimiento del papel clave que los factores sociales y económicos juegan en los problemas psicológicos, y la necesidad de entender la enfermedad y la salud mental desde un modelo amplio bio-psico-social tal y como preconiza la Organización Mundial de la Salud. Junto a ello, sería muy interesante - desde una perspectiva psicologica y psicosocial- el análisis de los mecanismos que ligan factores sociales y económicos con aspectos de índole cognitiva, emocional y comportamental.

Desde el punto de vista de la intervención, parece necesario que se dote a las personas con especial riesgo - aquellos que más sufren el impacto de la crisis- de estrategias de afrontamiento que les permitan encarar las dificultades a que se ven expuestos ellos mismos y quienes les rodean. En definitiva, el papel de los psicólogos puede ser crucial en este tiempo, tanto para explicar el profundo impacto que la situación económica tiene en las personas, como para intentar el objetivo de ayudar a que aquellos que han perdido su trabajo o su casa sigan conservando el ánimo y la esperanza.

Puedes leer el texto completo del artículo de Gili et al. (2012) aquí.

Referencia del artículo:
Gili, M., Roca, M., Basu, S., McKee, M., & Stuckler, D. (2012). The mental health risks of economic crisis in Spain: evidence from primary care centres, 2006 and 2010 The European Journal of Public Health DOI: 10.1093/eurpub/cks035