No es el primer post que escribo sobre los lácteos, ya que el tema siempre está de actualidad y genera muchas dudas entre los fans de los lácteos y los que de repente se dan cuenta de que sus problemas estomacales y hasta de salud y de peso son culpa de la leche...
Como os he contado alguna vez, yo adoraba los lácteos y los tomaba varias veces al día hasta que descubrí que tenía intolerancia a la lactosa, la proteína de la leche. Me costó mucho dejar de tomarlos pero los efectos, inmediatos, me convencieron: me desintoxiqué, me deshinché, empecé a sentirme mejor, desaparecieron las molestias estomacales e incluso bajé un par de kilos sin tener que hacer absolutamente nada. Pero ahí empezó un camino de sorprendentes descubrimientos alimenticios: muchos de los productos y alimentos procesados que compraba tenían lactosa (desde panes a embutidos, dulces, margarinas o medicinas).
Pero tampoco me he convertido en una antilácteos radical: sigo tomando queso (si puedo, sólo de oveja o cabra), de vez en cuando me tomo un café con leche sin lactosa (indudablemente, sabe mejor) y consumo productos, sabiéndolo o no que, que tienen esta proteína.
Mi experiencia con los lácteos durante mi embarazo está siendo muy curiosa: en los primeros meses mi cuerpo me pidió imperiosamente tomarlos y así lo hice (sobre todo yogures y leche sin lactosa), sufriendo la consiguiente hinchazón y malestar; pero ya en el tercer trimestre, he vuelto a rechazarlos por completo, no puedo ni ver un yogur...
En cuanto a la comunidad médica, sigue estando dividida al respecto, aunque cada vez son más los especialistas que reconocen su innecesariedad en la edad adulta y sus efectos nocivos para el organismo. Si acudís a un homeóptada o especialista en antiaging, será lo primero que os quite... Pero si queréis saber más sobre el tema y desde un punto de vista científico, a continuación os comento una noticia muy interesante sobre el tema.
Según esta noticia, curiosamente Holanda y Suiza, los países nº 1 en consumo de lácteos son también los países nº 1 en casos de osteoporosis, diabetes y cáncer. Seguidos por Estados Unidos, cuya industria alimenticia es una gran amante de la lactosa. Por contrapartida en China, donde tradicionalmente no se consumían lácteos, la osteoporosis es una enfermedad rara, tanto, que es llamada "la enfermedad de la mujer rica", ya que eran las únicas que consumían lácteos importados. La misma correlación siguen los casos de diabetes y cáncer.
Según esta noticia el 90% de las proteínas contenidas en la leche son caseína, utilizada en la industria como pegamento, y lo que hace de los lácteos un eficaz medio de empastamiento de los intestinos, obstruyendo la vellosidad intestinal, impidiendo la absorción de de vitaminas y otros nutrientes, y dando sustrato y alimento a multitud de parásitos.
La noticia continúa afirmando que las hormonas de la leche vacunas, destinadas a un crecimiento cuatro veces más acelerado de una cría, sumadas a las añadidas artificialmente para aumentar la producción, causan toda clase de desbarajustes hormonales en los humanos. Los lácteos también son altamente mucogénicos. La mucosa que generan en los intestinos predispone a todo tipo de infecciones, de oído, resfriados, etc.
Otra cosa sorprendente que dice este artículo es que, en mayor o menor medida, todos somos intolerantes a la lactosa, y recuerda que no existe en la naturaleza otro mamífero que nunca destete y mucho menos que se alimente de la leche de otra especie. A los 3 años de edad dejamos de producir lactasa, la enzima que nos permite digerir el azúcar mayoritario de la leche, la lactosa. Sin lactasa, la lactosa fermenta, aumentando la acidez y dando energía a hongos, parásitos y células cancerosas.
En otras palabras, consumir lácteos acidifica nuestro cuerpo, y la respuesta orgánica es quitarle calcio a huesos y dientes para regular el pH. Además, la leche de vaca no es la principa, la fuente de calcio que tenemos a nuestro alcance: el pescado azul, las sardinas de lata (comiendo la espina), los frutos secos o el sésamo contienen calcio.
Al fginal del artículo se muestra una relación de enfermedades relacionadas con el consumo de lácteos tan extensa, que prefiero no contárosla para no amrgaros el día. También señala los contamienantes que actualmente contienen los lácteos, sobre todo las leches: pesticidas, hormonas, antibióticos, metales, detergentes, dioxinas...
Sin ser alarmista no extremista, mi posición frente a los lácteos sigiue siendo la misma: cuantos menos, mejor. Y para comprobar cómo le sientan a vuestro cuerpo no tenéis más que dejarlos durante una semana o quince días para comprobar los resultados...
Como os he contado alguna vez, yo adoraba los lácteos y los tomaba varias veces al día hasta que descubrí que tenía intolerancia a la lactosa, la proteína de la leche. Me costó mucho dejar de tomarlos pero los efectos, inmediatos, me convencieron: me desintoxiqué, me deshinché, empecé a sentirme mejor, desaparecieron las molestias estomacales e incluso bajé un par de kilos sin tener que hacer absolutamente nada. Pero ahí empezó un camino de sorprendentes descubrimientos alimenticios: muchos de los productos y alimentos procesados que compraba tenían lactosa (desde panes a embutidos, dulces, margarinas o medicinas).
Pero tampoco me he convertido en una antilácteos radical: sigo tomando queso (si puedo, sólo de oveja o cabra), de vez en cuando me tomo un café con leche sin lactosa (indudablemente, sabe mejor) y consumo productos, sabiéndolo o no que, que tienen esta proteína.
Mi experiencia con los lácteos durante mi embarazo está siendo muy curiosa: en los primeros meses mi cuerpo me pidió imperiosamente tomarlos y así lo hice (sobre todo yogures y leche sin lactosa), sufriendo la consiguiente hinchazón y malestar; pero ya en el tercer trimestre, he vuelto a rechazarlos por completo, no puedo ni ver un yogur...
En cuanto a la comunidad médica, sigue estando dividida al respecto, aunque cada vez son más los especialistas que reconocen su innecesariedad en la edad adulta y sus efectos nocivos para el organismo. Si acudís a un homeóptada o especialista en antiaging, será lo primero que os quite... Pero si queréis saber más sobre el tema y desde un punto de vista científico, a continuación os comento una noticia muy interesante sobre el tema.
Según esta noticia, curiosamente Holanda y Suiza, los países nº 1 en consumo de lácteos son también los países nº 1 en casos de osteoporosis, diabetes y cáncer. Seguidos por Estados Unidos, cuya industria alimenticia es una gran amante de la lactosa. Por contrapartida en China, donde tradicionalmente no se consumían lácteos, la osteoporosis es una enfermedad rara, tanto, que es llamada "la enfermedad de la mujer rica", ya que eran las únicas que consumían lácteos importados. La misma correlación siguen los casos de diabetes y cáncer.
Según esta noticia el 90% de las proteínas contenidas en la leche son caseína, utilizada en la industria como pegamento, y lo que hace de los lácteos un eficaz medio de empastamiento de los intestinos, obstruyendo la vellosidad intestinal, impidiendo la absorción de de vitaminas y otros nutrientes, y dando sustrato y alimento a multitud de parásitos.
La noticia continúa afirmando que las hormonas de la leche vacunas, destinadas a un crecimiento cuatro veces más acelerado de una cría, sumadas a las añadidas artificialmente para aumentar la producción, causan toda clase de desbarajustes hormonales en los humanos. Los lácteos también son altamente mucogénicos. La mucosa que generan en los intestinos predispone a todo tipo de infecciones, de oído, resfriados, etc.
Otra cosa sorprendente que dice este artículo es que, en mayor o menor medida, todos somos intolerantes a la lactosa, y recuerda que no existe en la naturaleza otro mamífero que nunca destete y mucho menos que se alimente de la leche de otra especie. A los 3 años de edad dejamos de producir lactasa, la enzima que nos permite digerir el azúcar mayoritario de la leche, la lactosa. Sin lactasa, la lactosa fermenta, aumentando la acidez y dando energía a hongos, parásitos y células cancerosas.
En otras palabras, consumir lácteos acidifica nuestro cuerpo, y la respuesta orgánica es quitarle calcio a huesos y dientes para regular el pH. Además, la leche de vaca no es la principa, la fuente de calcio que tenemos a nuestro alcance: el pescado azul, las sardinas de lata (comiendo la espina), los frutos secos o el sésamo contienen calcio.
Al fginal del artículo se muestra una relación de enfermedades relacionadas con el consumo de lácteos tan extensa, que prefiero no contárosla para no amrgaros el día. También señala los contamienantes que actualmente contienen los lácteos, sobre todo las leches: pesticidas, hormonas, antibióticos, metales, detergentes, dioxinas...
Sin ser alarmista no extremista, mi posición frente a los lácteos sigiue siendo la misma: cuantos menos, mejor. Y para comprobar cómo le sientan a vuestro cuerpo no tenéis más que dejarlos durante una semana o quince días para comprobar los resultados...
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