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El consumo de leche de vaca en España es, aproximadamente, de 115 litros al año por persona, lo que convierte este alimento en uno de los más consumidos en nuestra sociedad actual. Expertos en nutrición y dietistas "invaden" diariamente los medios de comunicación promoviendo el consumo de leche y derivados lácteos (queso, yogurt...), hasta el punto que lo han convertido en un alimento sobrevalorado. Efectivamente, la leche de vaca (y otras leches animales) es una rica fuente de calcio, importante para nuestros huesos y dientes, contiene proteínas de alto valor biológico y otros nutrientes (vitaminas, ácidos grasos...) que pueden ser beneficiosos para la salud. Dicho esto, es igual de cierto que una parte importante de la comunidad científica cree que el consumo de leche no sólo no es necesario, sino que además, puede tener efectos negativos en nuestra salud. Por poner un ejemplo, un artículo publicado en Journal Epidemiology en el año 2007, relacionó el consumo de leche y mantequilla con algunos tipos de cáncer.

¿A quién debemos hacer caso? ¿Por qué resulta tan confuso? Para hacernos una idea de la complejidad del tema, entre el año 1988 y 1993 se publicaron más de 2.500 artículos relacionados con la leche, según se explica en el libro de David Román, "Leche que no has de beber.". En el mismo libro, el doctor estadounidense Robert M. Kradjian hace una afirmación realmente interesante: "Existen tres fuentes de información fiable. La primera y, probablemente la mejor, es el estudio de la naturaleza. La segunda es estudiar la historia de nuestra especie. Finalmente, se hace necesario revisar los artículos científicos".

El posible impacto negativo del consumo de productos lácteos es para muchos un misterio. Aquí, expondremos algunos de los puntos actuales que nos ayudarán a ser más críticos con el alimento más sobrevalorado del planeta.

- La leche aumenta los niveles en sangre de IGF-1, un factor de crecimiento que se asocia con el crecimiento de células cancerosas. A modo de ejemplo, el Tamoxifeno un medicamento que se utiliza para el tratamiento del cáncer de mama, es un inhibidor de IGF-1.

La proteína de la leche, la caseína se descompone en sustancias derivadas de la morfina (las casomorfinas) en el mismo tubo digestivo. Por esta razón tiene efectos sedantes y posibles efectos negativos en la estabilidad emocional. Numerosos estudios avalan la posibilidad que exista una conexión entre el consumo de leche y el autismo en niños.

Por su rico contenido en proteínas animales, en fósforo... favorece la acidez metabólica. Numerosas publicaciones demuestran que los lácteos disminuyen el pH de la sangre (acidez), pudiendo provocar la salida del calcio de los huesos hacia la sangre como mecanismo tampón. Esto se relaciona con la aparición de piedras y cálculos renales.

La absorción del calcio de la leche, presente mayoritarimente en forma de fosfato cálcico unido a proteínas (caseínas), requiere de la enzima proteolítica llamada quimosina. Las caseínas de la leche de vaca son 300 veces mayores a las presentes en la leche materna. Además el gen de quimosina sólo se expresa en el hombre durante la lactancia materna. Por tanto, la disponibilidad de calcio se encuentra francamente mermada. Algunas publicaciones hablan de una absorción máxima del calcio de la leche del 13% y de un mínimo del 0%. No se puede afirmar que el consumo de leche prevenga la aparición de osteoporosis, ya que existen muchos estudios al respeto que no consiguen demostrar esta prevención. Por poner un ejemplo, un equipo australiano siguió durante 18 años a 72.337 mujeres postmenopáusicas durante 18 y concluyó que no existe ninguna relación entre el consumo de leche y la prevención de las fracturas de cadera. Incluso, un estudio de 1994, publicado en American Journal Epidemiology relacionó el consumo de lácteos en la edad juvenil con la aparición de fracturas de cadera en la vejez.

- Por su posible influencia negativa en el sistema digestivo, afecta al sistema inmunitario (Common Mucosal Immune System),apareciendo infecciones en otras mucosas como otitis de repetición o amigdalitis en niños. En adultos, un gran número de personas experimenta mejoras en el funcionamiento digestivo y tránsito intestinal al reducir o eliminar el consumo de lácteos.

Se podría hablar durante largo rato de cada uno de los puntos aquí expuestos. Desde nuestro punto de vista, la toma de lácteos no es necesaria, y mucho menos imprescindible, y la evidencia clínica del día a día, nos hace pensar que la retirada de la dieta de los productos lácteos puede beneficiar a un gran número de personas que sufren problemas relacionados con la digestión, el tránsito intestinal o el sistema inmunitario (colitis ulcerosa, bronquitis, espondilitis anquilosante, eccemas...).