Probablemente no haya "cura" para la psicopatía, pero este neurólogo ha enfrentado la suya con una admirable estrategia.
¿Qué pasaría si un detective se da cuenta de que él es el asesino al que todas las pistas de su investigación apuntan? En un ámbito menos ficcional y más científico, eso fue lo que le pasó al neurólogo James Fallon, cuando al estar revisando tomografías por emisión de positrones (scans PET) de los cerebros de cientos de psicópatas, descubrió que su propio cerebro tenía el mismo funcionamiento que el de su grupo de control. Pero a la par de investigar el cerebro de psicópatas, Fallon tenía sobre su mesa otras placas de un estudio sobre Alzheimer, entre los cuales se encontraban placas de su propio cerebro y de los de su familia. Al revisar este segundo grupo de placas "noté una que era claramente patológica", pues presentaba poca actividad en ciertas áreas de los lóbulos temporal y frontal, relacionados con la empatía, la moralidad y el autocontrol.
Fallon sabía que dicha placa pertenecía a algún miembro de su familia; lo primero fue revisar que la máquina en que se hacían las placas funcionara bien, y no encontró problemas. Pero la sorpresa (y un modesto horror) llegaron cuando Fallon se decidió a abrir finalmente la etiqueta del propietario de ese cerebro: cuando lo contrastó con la base de datos se dio cuenta de que se trataba del suyo.
En lugar de tratar de mantener oculta la relación, Fallon trató de dar una visión en primera persona de lo que es un psicópata a través de una charla en TED, una entrevista en NPR e incluso en un libro, The Psychopath Inside.
"Nunca he matado a nadie, ni violado a nadie", afirma Fallon. Sin embargo, al hacerse pruebas genéticas, se dio cuenta de que poseía el gen MAO-A, una variante que ha sido asociada al comportamiento agresivo y a la incapacidad para la empatía. Luego de estas pruebas se dio cuenta de que era un especímen de lo que los neurólogos llaman "psicópata pro-social": alguien que tiene dificultad con empatizar y socializar, pero que mantiene su comportamiento dentro de un parámetro aceptable de "normalidad".
En la familia de Fallon han existido al menos siete asesinos, entre ellos Lizzie Borden, una tatarabuela acusada de matar a su madrastra y a su padre en 1892. Teniendo la biología en su contra, ¿por qué Fallon no manifiesta comportamientos psicopáticos (término que ni siquiera aparece en los manuales DSM-IV, por la dificultad de su diagnóstico)? Según él, es gracias a que tuvo una infancia feliz.
"Fui muy amado, eso me protegió", dice. Y es que de niño recibió mucha atención debido a que su madre tuvo bastantes dificultades para concebir y procrear un hijo. Sin embargo, Fallon es consciente de que además de los factores sociales, el aspecto de la sublimación de la agresividad no debe ser pasado por alto: "Soy insoportablemente competitivo. Nunca dejo que mis nietos me ganen en juegos. Soy una especie de imbécil, y hago cosas tontas para molestar a la gente." Pero aclara: "Aunque soy agresivo, mi agresividad está sublimada. Mejor ganarle a alguien en una discusión que en una pelea."
¿Qué pasaría si un detective se da cuenta de que él es el asesino al que todas las pistas de su investigación apuntan? En un ámbito menos ficcional y más científico, eso fue lo que le pasó al neurólogo James Fallon, cuando al estar revisando tomografías por emisión de positrones (scans PET) de los cerebros de cientos de psicópatas, descubrió que su propio cerebro tenía el mismo funcionamiento que el de su grupo de control. Pero a la par de investigar el cerebro de psicópatas, Fallon tenía sobre su mesa otras placas de un estudio sobre Alzheimer, entre los cuales se encontraban placas de su propio cerebro y de los de su familia. Al revisar este segundo grupo de placas "noté una que era claramente patológica", pues presentaba poca actividad en ciertas áreas de los lóbulos temporal y frontal, relacionados con la empatía, la moralidad y el autocontrol.
Fallon sabía que dicha placa pertenecía a algún miembro de su familia; lo primero fue revisar que la máquina en que se hacían las placas funcionara bien, y no encontró problemas. Pero la sorpresa (y un modesto horror) llegaron cuando Fallon se decidió a abrir finalmente la etiqueta del propietario de ese cerebro: cuando lo contrastó con la base de datos se dio cuenta de que se trataba del suyo.
En lugar de tratar de mantener oculta la relación, Fallon trató de dar una visión en primera persona de lo que es un psicópata a través de una charla en TED, una entrevista en NPR e incluso en un libro, The Psychopath Inside.
"Nunca he matado a nadie, ni violado a nadie", afirma Fallon. Sin embargo, al hacerse pruebas genéticas, se dio cuenta de que poseía el gen MAO-A, una variante que ha sido asociada al comportamiento agresivo y a la incapacidad para la empatía. Luego de estas pruebas se dio cuenta de que era un especímen de lo que los neurólogos llaman "psicópata pro-social": alguien que tiene dificultad con empatizar y socializar, pero que mantiene su comportamiento dentro de un parámetro aceptable de "normalidad".
En la familia de Fallon han existido al menos siete asesinos, entre ellos Lizzie Borden, una tatarabuela acusada de matar a su madrastra y a su padre en 1892. Teniendo la biología en su contra, ¿por qué Fallon no manifiesta comportamientos psicopáticos (término que ni siquiera aparece en los manuales DSM-IV, por la dificultad de su diagnóstico)? Según él, es gracias a que tuvo una infancia feliz.
"Fui muy amado, eso me protegió", dice. Y es que de niño recibió mucha atención debido a que su madre tuvo bastantes dificultades para concebir y procrear un hijo. Sin embargo, Fallon es consciente de que además de los factores sociales, el aspecto de la sublimación de la agresividad no debe ser pasado por alto: "Soy insoportablemente competitivo. Nunca dejo que mis nietos me ganen en juegos. Soy una especie de imbécil, y hago cosas tontas para molestar a la gente." Pero aclara: "Aunque soy agresivo, mi agresividad está sublimada. Mejor ganarle a alguien en una discusión que en una pelea."
Comentario: La gran mayoría de los psicópatas no matan o violan a la gente. De hecho, los realmente exitosos terminan como abogados, médicos, psiquiatras, políticos, académicos, generales, directores ejecutivos, banqueros...
Es francamente increíble que el proceso de ponerización (la decadencia constante de la sociedad debido a los efectos cancerígenos de los psicópatas que alcanzan posiciones de poder sobre los demás) haya avanzado hasta el punto de que un psicópata puede revelar su verdadera naturaleza sin que nadie pestañee.
La capacidad de Fallon para ser introspectivo y preocuparse por los demás, suponiendo por un momento que él está diciendo la verdad, significa de inmediato que él no es un psicópata. Por definición, los psicópatas no tienen conciencia y no pueden desarrollar una.
Lo que es interesante acerca de sus conclusiones es que estas sugieren que los escáneres cerebrales y la búsqueda de firmas anatómicas de los psicópatas son métodos poco fiables y conducen a callejones sin salida. Esto nos lleva de vuelta al principio, donde el antiguo trabajo de detective para observar las palabras de la gente frente a sus acciones, durante largos periodos de tiempo, es la forma más confiable para discernir el comportamiento psicopático, después de sopesar que las probabilidades de la psicopatología es la causa raíz frente a otros trastornos de carácter como el trastorno de personalidad o la esquizofrenia.
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