Fuente: Natalia Antezana Revolucion3.0
(28 de junio, 2013).- A pesar de sus altos índices nutricionales y propiedades curativas, y de ser un elemento tradicional vigente en la sociedad boliviana, la hoja de coca aún es una planta estigmatizada en todo el mundo.
Sólo pronunciar su nombre remite a la población a la cocaína, una de las drogas duras con mayor potencial adictivo, que aporta el 70 por ciento de los 72 mil millones de dólares que genera anualmente el crimen organizado.
Sin embargo, la cocaína es sólo uno de los 14 alcaloides que tiene la hoja y para que éste se vuelva un polvo blanco requiere un largo proceso químico, que nada tiene que ver con los campesinos que la cultivan.
Este alcaloide, según cifras de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), ocupa apenas entre un 0.52 y 0.73 por ciento del total de compuestos de la hoja.
Es decir, sin un tratamiento especializado, la planta no tiene potencial adictivo y sí mantiene propiedades benéficas como las que alberga el alcaloide higrina, que aumenta la oxigenación a los pulmones, lo cual mitiga el “mal de altura” que afecta a los habitantes de los pueblos de Los Andes ubicados a más de 3 mil 500 metros sobre el nivel del mar.
Otra característica positiva es la concentración de mil 749 miligramos de calcio por cada 100 gramos de hoja de coca, según un estudio realizado en 1975 por los investigadores Duke, Aulick y Plowman de la Universidad de Harvard, quienes también encontraron una alta concentración de vitaminas B1, B2, C, E y minerales como el potasio y el fósforo.
En el estudio “Los mitos de la hoja de coca” del Transnational Institute se explica que la hoja de coca puede desempeñar un papel importante como complemento alimenticio y como estimulante en la medicina vegetal.
Pese a la evidencia científica, la hoja de coca fue prohibida en la Convención Única sobre Estupefacientes de la ONU en 1961, donde se encuentra clasificada en la “Lista 1”, junto con la cocaína y la heroína.
“Las Partes obligarán a arrancar de raíz todos los arbustos de coca que crezcan en estado silvestre y destruirán los que se cultiven ilícitamente”, se lee en el artículo 26 del documento de la ONU.
El “acullicu” o “pijcheo” –que es la práctica de masticar la hoja de coca– fue también etiquetado en esa misma convención: “la masticación de hoja de coca quedará prohibida dentro de los 25 años siguientes a la entrada en vigor de la presente Convención”.
En enero de este año, Bolivia fue reincorporada a la Convención Única de la ONU sobre Estupefacientes con una excepción que permitirá el masticado de coca, con el voto a favor de 168 países y la objeción de 15, entre los cuales se encuentran Estados Unidos, Rusia, Canadá, Gran Bretaña, Irlanda, Alemania, Francia, Italia, Holanda, Suecia, Finlandia, Portugal, Israel, Japón.
Y México.
A pesar del voto mexicano y gracias al voto mayoritario, Bolivia ya está dentro del debate sobre narcóticos en la tribuna de la mayor organización internacional existente, donde podrá seguir la defensa de la hoja de coca.
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La hoja de coca se cosecha entre 3 y 4 veces al año, lo que la convierte en una de las plantas más amables para su producción. En este sentido, la tradición indica que cualquier productor de coca debe saber “quichir”, cuya traducción al español sería “deshojar”, puesto que no debe arrancar el tallo de la hoja para que ésta vuelva a crecer.
Actualmente, el Estado boliviano se encuentra en una campaña permanente para lograr la despenalización y reivindicación de la hoja de coca puesto que, además de todos sus atributos en sí misma, también se han derivado de ella muchos otros productos.
El “mate de coca” o infusión de coca es comercializado en bolsitas para té y su consumo ha traspasado las fronteras, a pesar de su veto en Naciones Unidas. Se consume a cualquier hora del día y es usado como calmante del dolor de estómago o de cabeza.
También se ha industrializado productos derivados de la hoja de coca, como harina, licor, pasta de dientes, jabón, entre otros. Asimismo, en enero de 2011 se lanzó al mercado la primera gaseosa de consumo masivo producida con hojas de coca: “Coca Brynco”.
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“Vamos a pedir a Sudamérica o a la CELAC [Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños] y especialmente a los países del ALBA [Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América] que nos compren mate de coca”, expresó el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, el pasado 22 de junio.
El mismo Evo llegó a la silla presidencial catapultado por su labor en defensa de la siembre de la hoja de coca, a tal grado que su trabajo político inspiró el documental “Cocalero”, dirigido por Alejandro Landes.
Durante la inauguración de la Cuarta Feria de la Coca, celebrada en Bolivia, el mandatario señaló que el gobierno debe garantizar el mercado y los programas y proyectos para que avance la industrialización.
Evo Morales destacó los avances de la industria en torno a la hoja de coca y también recordó la lucha que se ha llevado a cabo desde hace años por la defensa de “la hoja sagrada”.
“Defendiendo la coca hemos defendido la soberanía nacional”, atajó el cocalero número uno del mundo al defender el cultivo tradicional en los tribunales de la ONU.
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