En la práctica psicoterapéutica existen numerosos aspectos subyacentes que la condicionan, marcando los límites dentro de los cuales se va a desenvolver la actuación del terapeuta.
Tales supuestos implícitos derivan en gran medida de las asunciones que están presentes en unas y otras escuelas psicoterapéuticas, es decir, de lo que se ha denominado como sus "creencias fundacionales" sobre el ser humano, sus dinámicas, el concepto de enfermedad mental o la forma en que la terapia ha de desarrollarse, entre otros temas.
Por ejemplo, un terapeuta de corte freudiano abordará un determinado problema de forma muy diferente a un psicólogo cognitivo-conductual, porque sus respectivas visiones sobre lo que le ocurre al paciente son muy distintas. De hecho, sus ideas sobre la sintomatología y su forma de explicar el comportamiento en general pueden ser inconmensurables. Uno y otro, podríamos decir, hablan idiomas terapéuticos distintos. Así, por ejemplo, mientras que en un caso se atenderá a "procesos inconscientes" o "mecanismos de defensa" para explicar por qué alguien se comporta de una forma determinada, en el otro se tratará de entender la conducta en términos de "procesamiento de la información" y "sesgos cognitivos". No hace falta mencionar que terapeutas de cualquier otro enfoque - construccionista, gestáltico, humanista, conductista, etc.- abordarían cualquier cuestión psicoterapéutica igualmente desde una óptica propia. Es decir, el lenguaje terapéutico subyacente tiene un impacto decisivo en la práctica, ya que los conceptos que utilizamos son de alguna manera las lentes mediante las cuales se observa la realidad del paciente...o, siguiendo a otros autores, con las que se "construye" dicha realidad.
En cierto sentido nuestro lenguaje está cargado con teorías, ideas, creencias, hipótesis y especulaciones sobre el ser humano, muchas de las cuales nos resultan "invisibles" a primera vista, pero que sin embargo ejercen una influencia activa en todo lo que ocurre en la psicoterapia. Y de hecho, desde esta "invisibilidad" tales supuestos epistemológicos sustentan y dan sentido a cada sesión de psicoterapia. Sin ellos, las técnicas que se emplean, los procedimientos de evaluación y diagnóstico, las orientaciones del terapeuta y la toma de decisiones durante la intervención carecerían de sentido y serían - haciendo alusión al título de Woody Allen- "mera anarquía". Es decir, que hablar de "supuestos implícitos" no es algo "negativo", sino que son parte consustancial de nuestro lenguaje o del "idioma terapéutico" que hablemos.
El problema no está por tanto en que nuestro lenguaje contenga dicha carga teórica, sino en que no lo sepamos o no seamos ni siquiera conscientes de ello. Y esto es algo que, por la naturaleza implícita de muchos de los supuestos de la terapia, es fácil que ocurra. En este sentido, Mahrer (2000) en un artículo publicado en American Psychologist señalaba que: Según este autor, las "creencias fundacionales" en psicoterapia tendrían además una serie de características que las hacen particularmente inmunes al cambio (Mahrer, 2000):
◦ Son esencialmente creencias implícitas y no están específicadas.
◦ Pueden estar ocultas en términos, conceptos, y frases de un vocabulario aceptado, prácticas clínicas habituales, y en la validación involuntaria cuando la investigación se hace desde ellas, pero no sobre ellas.
◦ Pueden tener su origen dentro de una psicología popular afianzada.
◦ Las creencias fundacionales pueden afianzarse fácilmente en contextos donde se asume que existe una verdad o principio básico, monolítico, único, en torno al cual se organiza el conocimiento.
◦ Pueden ser extremadamente resistentes frente al análisis crítico o el ataque declarado.
◦ Las creencias fundacionales pueden llegar a ser inmunes, siendo colectivamente aceptadas como verdaderas.
En resumen, el peligro potencial de las "creencias fundacionales" reside en que su carácter implícito favorece que muchas veces pasen desapercibidas y sean a veces asumidas de manera acrítica. A pesar de su caracter "oculto", tales supuestos básicos tienen sin embargo una influencia real y directa en el modo en que practica la psicoterapia, dando soporte a las actuaciones del psicoterapeuta, que a la postre sirven de refuerzo a las ideas que las originaron. Las creencias implícitas del terapeuta son inevitables, conforman el sustrato en que éste se mueve. El riesgo está en que son resistentes a ser explícitamente identificadas y puestas en cuestión, aunque puedan estar equivocadas, o ser mitos o falacias. Es por ello que resulta conveniente la reflexión y el espíritu crítico no sólo sobre lo que se hace en la psicoterapia, sino también sobre los supuestos en que esta se basa.
Puedes leer el artículo completo de Mahrer (2000) aquí.
Referencia:
Mahrer AR (2000). Philosophy of science a
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