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Las empresas de Biotecnología mantienen en secreto los resultados de las pruebas de campo realizadas con los cultivos transgénicos
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Entrevista con Leonardo Melgarejo (parte I)

Instituto Humanitas Unisinos, 3 de junio de 2013

"Hay enfoques contradictorios: por un lado, existe unanimidad sobre la importancia de la investigación científica y el potencial de la Ingeniería Genética para el futuro de la humanidad; por otra, existe una gran división sobre los resultados obtenidos hasta ahora", dice el Ingeniero Agrónomo.

Después de asistir a una serie de reuniones de la CTNBio sobre el cultivo de los transgénicos en Brasil, Leonardo Melgarejo concedió una entrevista a IHU contestando una serie de preguntas a través del correo electrónico. Pone en duda lo que denominadecisiones polémicas tomadas por los organismos que tienen como finalidad prestar apoyo técnico a los gobiernos federales en la aplicación de la política nacional de bioseguridad en lo relativo a los organismos modificados genéticamente, OGM.

Según Melgarejo, uno de los temas del orden del día era la confidencialidad de la información sobre el comportamiento agronómico de los cultivos transgénicos: "Hay un acuerdo entre la mayoría de los miembros en que se debe mantener confidencial la información sobre el rendimiento de los cultivos transgénicos; que toda la información obtenida sobre los estudios realizados deben mantenerse en secreto. Hace dos años esto no era así. Desde entonces y hasta ahora han crecido las evidencias de efectos secundarios, y también han crecido los temores de las Empresas sobre la divulgación de esos datos.

Posiblemente las campañas de marketing se verían perjudicadas si se hicieran públicos los datos obtenidos de las pruebas de campo. Así que algunas Empresas piden confidencialidad en todos y o casi todos los resultados de los estudios realizados. Afirman que el registro de los nuevos cultivos sólo será posible en la medida en que toda la información sobre esos cultivos se mantengan en secreto, que sea completamente inédita".

Melgarejo también llama la atención sobre un nuevo programa que está siendo elaborado por las Empresas con objeto de introducir nuevas especies transgénicas en el mercado, tales como la caña de azúcar, el sorgo, la naranja y el eucalipto. "Actualmente se están desarrollando las normas para llevar a cabo las pruebas de campo de estos cultivos, pasos necesarios para su comercialización. Si tomamos por ejemplo la soja, el maíz y el algodón, la experiencia demuestra que las pruebas llevadas a cabo, sobre todo todo en el centro-sur de Brasil, no han recogido datos sobre los potenciales efectos sobre el medio ambiente y la salud de las plantas modificadas genéticamente. Hasta ahora no hay indicios de que esta forma de actuar vaya a cambiar con las nuevas especies. Es de lamentar que sólo se obtengan datos de interés agronómico para las empresas, datos que son de poco o ninguna utilidad para el análisis de la seguridad de la biotecnología, que después de todo es el objetivo de CTNBio".

Leonardo Melgarejo es ingeniero agrónomo, con Máster en Economía Rural y con el doctorado en Ingeniería Industrial de la Universidad de Santa Catarina, UFSC. Forma parte del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria, INCRA, en Rio Grande do Sul.

IHU.- ¿Cómo ha transformado la producción agrícola brasileña la introducción de los cultivos transgénicos?

Leonardo Melgarejo (L.M).- Esta tecnología tiene sin duda su atractivo. Promete grandes resultados, es decir mejores productos y más saludables. También promete un menor impacto ambiental, mayor productividad y rentabilidad para los grandes y pequeños productores, con menores riesgos para el consumidor. Y luego otras esperanzas más complejas: plantas resistentes a la sequía, plantas tolerantes a suelos ácidos, plantas que curan enfermedades, entre otros sueños de la Humanidad. Por desgracia nada de esto se ha confirmado. Hasta la fecha todo se ha quedado en campañas de marketing y de las manifestaciones de los partidarios de la Biotecnología.

Es cierto que los cultivos tolerantes a los herbicidas pueden suponer inicialmente un beneficio. Simplifican la gestión y facilitan el trabajo a los agricultores. Es cierto que hay plantas transgénicas con insecticidas que matan a las orugas cuando éstas las consumen, lo que permite un ahorro temporal en insecticidas y facilita el control de ciertos insectos. Pero esto sólo es cierto a corto plazo. A medio plazo se ha observado lo contrario: es necesario utilizar productos agroquímicos más tóxicos y fuertes, con mayor frecuencia e intensidad, aumentando los costes y reduciendo la rentabilidad de los cultivos.

Para que se hagan una idea: según noticias aparecidas en la prensa, en esta temporada, debido al ataque de las orugas Helicoverpa que debieran ser controladas por los cultivos Bt, el coste de la producción de soja en Bahía pasó de 100 a 200 dólares por hectárea. Para el algodón, el gasto aumentó de 400 a 800 dólares por hectárea (valor económico, 12 de marzo de 2013). Según noticias de la prensa, los agricultores hasta 2012 utilizaban 70 ml del insecticida Premio de Dupont (el producto más recomendado y utilizado en la región) con la esperanza de matar al 90% de la población de las orugas de Helicoverpa, que debían de morir al consumir las plantas Bt. En esta cosecha se utilizaron 150 ml, con unos resultados de sólo el 70%. Las pérdidas en Bahía se calculan en 2 mil millones de dólares.

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Leonardo Melgarejo
Los resultados concretos muestran, en general, que se puede afirmar que los transgénicos han facilitado la gestión para los agricultores, en cuanto a la homogeneización de los procesos relativos al uso de herbicidas y el control de algunas plagas. Sin embargo, eso tiene graves consecuencias para los involucrados. E incluso para los que se benefician a corto plazo, los resultados observados a medio y largo plazo no generan optimismo.

Consideren lo siguiente: la agricultura brasileña se enfrenta a un aumento de los costes de producción y se ha observado un cambio en el tamaño de la superficie de cultivo que es técnicamente viable, en el caso del maíz, la soja y el algodón. Las pequeñas explotaciones se convierten en inviables, acelerándose el proceso de exclusión de los pequeños agricultores. Esto significa que en la práctica, los cultivos transgénicos han acelerado en sentido contrario la reforma agraria en Brasil. Las expansión de los cultivos transgénicos también acelera la simplificación de los matrices productivas regionales.

Un círculo vicioso

Al reducirse el número de agricultores y la gama de productos ofrecidos, se expanden los monocultivos y los cultivos transgénicos, entrándose en un círculo vicioso que aumenta las dificultades de existencia de la agricultura familiar. Esta tecnología lleva a la reducción de la población rural, y en definitiva se impide la prestación de servicios que son esenciales para la vida de los campos. Escuelas, centro de salud... se vuelven inviables cuando la población es muy escasa en el medio rural. Por lo tanto, podemos decir que la expansión de los transgénicos exacerba la tendencia al debilitamiento del tejido social necesario para la permanencia del hombre en el campo.

Además de reforzar la despoblación del campo y frenar las políticas que buscaban el desarrollo rural, en lo que se refiera a las personas, los transgénicos amenazan la calidad de vida de los que se quedan en el campo, mediante el aumento de los plaguicidas utilizados. Brasil se ha convertido en el país que utiliza la mayor parte de los productos agroquímicos del mundo.

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Para la Industria Agroquímica esto no es malo: supone un mayor volumen de negocios, con el crecimiento del PIB por la contribución del sector a la economía nacional.

Todo esto no parece interesar al conjunto de la sociedad, bajo el punto de vista de la mayoría de la población. Pero va en contra del sentido común, y refuerza así mismo ese circulo vicioso. El aumento en el uso de pesticidas provoca, además de problemas de salud, la aparición de plantas tolerantes a los herbicidas, lo que aumenta aún más el uso de estos venenos. Y no sólo eso: el aumento en el uso de pesticidas se asocia con la necesidad de usar venenos más peligrosos. Los primeros cultivos transgénicos cultivados en Brasil fueron los tolerantes al herbicida Roundup, un herbicida a base de glifosato, que está clasificado por la ANVISA como de baja toxicidad. Pero se le ha asociado con la aparición de algunos tipos de cáncer, problemas reproductivos y neurotoxicidad, entre otros efectos, pero aún así se mantiene esa clasificación. Pero estos pesticidas ya no funcionan bien y serán reemplazados por los nuevos cultivos transgénicos que están actualmente en evaluación por parte de CTNBio, los tolerantes al 2,4-D. Un herbicida de alta toxicidad. Posiblemente se aplicarán mediante fumigaciones de aviones, tal vez en millones de hectáreas. ¿Este veneno sólo caerá en los cultivos? Es importante señalar que una planta que no muera bajo el efecto de un herbicida de efecto hormonal, lo lleva consigo, y se puede consumir junto con los residuos que todavía queden.

¿Por qué los cultivos transgénicos tolerantes al glifosato están siendo reemplazados? Debido a que la naturaleza genera plantas que ya no mueren al aplicar este herbicida.

Los cultivos transgénicos están cambiando la realidad agrícola de Brasil

En el caso de los insecticidas que se encuentran en la propia planta y que matan a las orugas que atacan los granos, las raíces y las hojas, está sucediendo algo similar. La naturaleza está generando orugas que no mueren cuando comen plantas que contienen estas toxinas. Las pérdidas en las cosechas obligaron al Gobierno a decretar el estado de emergencia fitosanitaria y autorizar la importación y aplicación de nuevos insecticidas. Uno de ellos, el benzoato de emamecticina, es un insecticida prohibido por la ANVISA. Es un producto neurotóxico, que nunca había sido utilizado en el país, pero que ahora gracias a los transgénicos ha pasado a incorporarse a los paquetes tecnológicos de la agroindustria brasileña. De todos modos, esta pregunta es muy amplia y podría debatirse durante horas. Tal vez, de una manera simplificada, sólo podemos decir que los cultivos transgénicos están cambiando para peor la realidad agrícola de Brasil.

Los impactos negativos son de carácter socioeconómico, estructurales y ambientales, y abarcan la salud y la sanidad vegetal. Los transgénicos están empeorando el uso de agrotóxicos, con impactos en la salud humana y el medio ambiente. Las plagas de insectos que antes eran irrelevantes, ahora se han convertido en un grave problema que requiere de nuevos insecticidas para controlarlos. La biodiversidad se reduce y aumenta el desequilibrio ecológico. Las semillas nativas pueden estar contaminadas por los transgenes transportados por el polen que es diseminado por los insectos y el viento, con importantes impactos en el futuro de la nación. A esto hay que añadir los derechos que las multinacionales tienen sobre las patentes de los transgenes, frente al almacenamiento tradicional de semillas durante generaciones por los agricultores de todo el país, lo que reduce la autonomía, la seguridad y la soberanía alimentaria.